Boira es una cabra rescatada de un patio comunitario; su destino era servir como comida a la familia que la retenía.

Malvivía en un patio comunitario, junto a otras cabritillas, todas ellas de menos de 6 meses de edad. Cinco bebés separados de sus madres. Sin comida ni los cuidados que cualquier bebé necesita. En el cemento, sin paja sobre la que dormir y entrar en calor. Atadas por las patas, separadas, sin poder ni olerse, ni tocarse ni acurrucarse y calmar el miedo juntas.

Sus lloros llegaron hasta una chica que, sorprendida, decidió averiguar de dónde procedían. Cuando observó la triste escena, el estado de esos bebés, su tristeza, su soledad y lo vulnerables que eran, se quedó horrorizada y empezó a llevarles comida y hierba fresca.

Hasta que un día se da cuenta de que faltan tres de las cinco cabritillas. Se armó de valor, preocupada, y llamó a la puerta de la vivienda. Allí le contaron que se las habían comido.

Horrorizada por el triste final que les esperaba a las dos cabritillas que aún quedaban en el patio, habló con la mujer de la casa y logró convencer a la familia de que no las matasen. Contactó con nosotras y fuimos desde Tarragona a Madrid a rescatarlas.

Boira llegó al santuario en mayo de 2015 siendo una cabritilla de apenas 6 meses, junto a su compañero Terra.

Desde entonces nunca se han separado, y ella, aunque parece muy tranquila, tiene mucho carácter… Junto al resto de cabras, son Boira y Terra las que les indican a las otras cuándo pueden pasar, hacia dónde deben ir, y cuándo tienen que parar.

Con las humanas ella es un poco más miedosa que su compañero, que tiene mucho más desparpajo. Pero entre las cabras es la más tranquila, la menos traviesa y la más amorosa.