Adiós mi gran amigo.
Osito del Santuario.
Ni debiste ser guardián y menos aún prisionero.
No perderemos más el tiempo,ni en recriminar al ladrón que robo tu alma por tenerte atado tantos años, ni en juzgar al que te ignoraba cada día mientras tu sufrías frío, miedo y dolor.
Las cadenas no vencieron, la vida te dio el aguante suficiente para esperar paciente durante 10 años tu liberación.
Y llegó ese día, apenas te tenías en pie, tiritando de miedo y emoción agarraste bien fuerte tu vida, y con ella, nuestro corazón.
Ojitos de viejo agradecido, prudente, pero con el carácter de un león.
Bendigo el día que pude abrazarte y maldigo no haberlo hecho antes.
Me quedo con tus ronquidos, con la forma de restregarte, con ese andar de aquí para allá, señorial, tambaleante pero sabiendo donde ibas y dejando claro que tu estabas por delante.
A un ladrido todos atrás, ni el mas valiente pudo jamás retarte. Y es que ese porte, aunque viejo y decrépito por la vida que te habían hecho pasar, todavía hacia temblar.
Poderoso titán que no sabias recibir caricias y en cambio llorabas de miedo cuando la noche caía.
Esos que te negaron la libertad, los que decían que te querían, jamás entenderían que llorabas cuando despertabas de tus sueños, creyendo que aún estabas en ese agujero.
Y al darte la luz y calmarte con amor, entendías que había sido una pesadilla.
Ya no estabas allí, estabas aquí, conmigo, con David, con Karen, con Tresa, Carlota… con los voluntarios, y el resto de familia.
La tuya.
La que te echará tanto de menos.
Kothao, nuestra isla bonita.
Por Elena.EHL