La mayoría de las personas se sorprenden cuando se les pregunta si comer carne es un asunto de preocupación pública, pues piensan que el modo de alimentarse es una cuestión totalmente privada. Pero la realidad es que se trata de un tema con importantes implicaciones ecológicas, sociales y éticas que deben tenerse en cuenta. Es un hecho indiscutible que el apetito humano de carne y demás productos animales, está agravando la mayoría de los problemas ambientales que nos asolan, como la deforestación, la escasez de agua potable, la contaminación del aire y del agua, el cambio climático con la pérdida de biodiversidad que ello conlleva, además de la injusticia social, el desequilibrio en el reparto de recursos y la extensión de enfermedades.
El avance y desarrollo de las civilizaciones ha provocado que grandes superficies de bosque sean taladas con el fin de utilizar el suelo para cultivos, especialmente para alimentar ganado. En zonas del Amazonas, pueblos enteros son desalojados de forma violenta de sus hogares para poder disponer de la tierra y satisfacer la demanda de forraje de las empresas ganaderas de los países del hemisferio norte. En 2011, la ONU alertó de que la deforestación avanza a un ritmo de 14.000 hectáreas al día, es decir, una superficie equivalente a 14.276 campos de fútbol. La mayor deforestación se está produciendo en la Amazonía y en la cuenca del Congo. 1150 activistas por el medio ambiente han sido asesinados en los últimos 20 años en Brasil.
En otros lugares como Guatemala o Etiopía, se destinan los alimentos de la agricultura local a la exportación para cebar a animales de granja, mientras los propios habitantes sufren hambrunas y desnutrición.
El derroche de recursos es monstruoso: para producir 1kg de proteína de carne de vacuno hacen falta 17kg de proteínas de grano; y para producir un 1kg de proteína de pollo, leche o huevos, hacen falta 4,5kg de proteína vegetal. Por tanto, para cubrir las necesidades nutritivas de una persona con proteínas animales, se requiere una extensión de terreno al menos cinco veces mayor que la que haría falta con una alimentación vegana.
En cuanto al agua, los datos también son escandalosos. Se necesitan 550 litros de agua para producir suficiente harina para una ración de pan en los países en desarrollo, pero hasta 7.000 de agua para producir 100 gramos de carne de res.
Los mares están siendo igualmente arrasados y saqueados por flotas pesqueras, especialmente en áreas cercanas a países pobres de África y Sudamérica, dejando tras de sí un ecosistema absolutamente devastado y a su población sumida en el hambre y la escasez.
La problemática de la emisión de gases contaminantes y el calentamiento global proviene también en gran medida de la explotación animal. Se estima que el 18% de las emisiones de efecto invernadero tienen su origen en la industria ganadera, lo cual es más que todas las formas de transporte juntas, que suman un 13%. Es decir, la industria cárnica emite más gases de efecto invernadero que todos los coches, camiones, trenes, barcos y aviones juntos.
Según informes de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), “el sector ganadero genera más gases de efecto invernadero –el 18 por ciento, medidos en su equivalente en dióxido de carbono (CO2)- que el sector del transporte. Además es una de las principales causas de la degradación del suelo y de los recursos hídricos.” Según la FAO también, el ganado destinado a la producción de carne crece 3 veces más rápido que la población mundial.
Que un tema en apariencia tan personal como el consumo individual de productos animales haya pasado a convertirse en el centro del debate sobre la sostenibilidad y el futuro del planeta, se debe en primer lugar a que la demanda de carne se ha multiplicado por cinco,lo que ha aumentado la presión sobre la disponibilidad de agua, tierras, pastos, fertilizantes, energía, la capacidad de tratamiento de residuos (nitratos), y la mayor parte de los limitados recursos del planeta.
Si algo nos preocupa nuestro futuro, el de nuestros hijos y el del planeta, urge llevar a cabo un cambio de hábitos. Una sombra se cierne sobre nosotros, mientras bocado a bocado, devoramos la Tierra de manera implacablemente egoísta, con un apetito que nos destruye. No sabemos de cuanto tiempo disponemos antes de convertir este hogar en un planeta esquilmado y enfermo, pero la decisión es sencilla, está en tus manos y ahora, este mismo instante, puede ser el momento perfecto: elige vivir vegano.
“Hasta que establezcamos un compasivo sentido de parentesco entre nuestra propia especie y aquellos mortales compañeros que comparten con nosotros el sol y la sombra de la vida sobre este agonizante planeta, no habrá esperanza para otras especies, no habrá esperanza para el medio ambiente, y no habrá esperanza para nosotros mismos.” Jon Wynne-Tyson.
Noemí Alba, Redactora de El Hogar Animal Sanctuary