Los animales de pequeño tamaño son los que más sufren el mascotismo y cosificación que se lleva a cabo en nuestra sociedad.
Tortugas, hamsters, peces y canarios, entre otros, son regalados a los niños como objetos, normalmente porque son cómodos de cuidar o para que vayan aprendiendo a responsabilizarse. Pero ¿qué mensaje se da a los más pequeños de la casa si les entregamos otra vida como si de un juguete se tratara? A ellos no hay que sacarlos a pasear al parque y no hay que cambiar las cortinas tras los arañazos. A estos pequeños se les relega a un rincón metidos en jaulas de las que rara vez salen. La gente empatiza menos con ellos que con sus compañeros de mayor tamaño, especialmente si no son mamíferos. La muerte de un perro, aunque sea en la ficción, conmueve a casi toda la sociedad, pero la muerte de un pez se solventa como si de un deshecho se tratara, tirando de la cadena del váter. El especismo que existe en el mundo de las mascotas es enorme, a unos se los considera miembros de la familia mientras que a otras como simples elementos de decoración.
Una de las especies más maltratadas en este ámbito es la conocida como Galápago de Florida o Tortuga de orejas rojas (Trachemys scripta elegans). De forma natural vive en el sureste de los Estados Unidos y el noreste de México. Sin embargo, el mascotismo encarnizado de las últimas décadas, así como el consumo de su carne y huevos en algunas zonas, la ha convertido en la especie invasora más extendida (Thompson, 2010). Una especie invasora es aquella que es introducida en un hábitat natural o seminatural que no es el suyo (normalmente por acción directa o indirecta del ser humano) y que se reproduce o vive de forma que causa daño a las especies que estaban allí previamente o contribuye a un cambio negativo en el ecosistema. Por ejemplo en el caso del Galápago de Florida, éste es más competitivo que los ibéricos y les quita espacios de reproducción, alimentación y termorregulación (Cadi, 2004). El Galápago de Florida junto con tortugas de especies similares que han sufrido el drama del tráfico de animales (aunque legal, sigue siendo tráfico de seres sintientes, Fig1) son las causantes de graves problemas para animales autóctonos como el Galápago Leproso (que también sufren el mascotismo), que ha visto muy reducidas sus poblaciones. Las tortugas invasoras obviamente no son conscientes del daño que hacen a sus compañeros autóctonos, sólo pretenden sobrevivir en el ambiente en el que les han obligado a quedarse.
Fig. 1: A- Trachemys scripta elegans o tortuga de Florida/ orejas rojas (Fuente: Diego Delso, delso.photo, CC-BY-SA); B- Trachemys scripta scripta o tortuga de orejas amarillas (Fuente: Joe Ravi, CC-BY-SA 3.0); C- Trachemys scripta troosti o tortuga de Cumberland (Fuente: Quartl); D- Chrysemys picta o tortuga pintada (Fuente: Fungus Guy, CC BY-SA 3.0)
La razón para que estas tortugas hayan llegado tan lejos e invadido ríos y lagos por doquier responde solo a la codicia humana. En el caso del Galápago de Florida se abrieron granjas de cría en EEUU que en menos de 8 años (1989-1997) habían importado más de 52 millones de crías desde América a Europa y Asia. En las granjas de cría tienen menos de 1m2 por adulto (Mali y col., 2015), pueden llegar a 30cm en machos por lo que este espacio se queda más que reducido. Sin embargo, cuando con pocos meses son vendidas en las tiendas les espera un destino aún más angosto. El tamaño de las tortugueras que se pueden comprar en las tiendas es de media 41 x 24 x 23 cm (de los 3 modelos más populares, el resto varía entre 30 – 60 cm de longitud y 20 – 36 cm de ancho, Fig. 2), lo cual no es ni de lejos un espacio en el que pueda crecer este animal. La mayoría mueren dentro del primer año de vida porque los que las compraron como “cosas”, aunque no lo consideraran de esa forma, no tuvieron en cuenta su bienestar ni los cuidados que necesitaban. No investigaron que precisan bastante espacio, que no solo comen gammarus (pequeños crustáceos), que necesitan una zona seca para descansar y tomar el sol (porque su caparazón se debilita si no tienen calcio y luz solar), La Naturaleza en un Clic, 2020.
Fig. 2: Hábitat para tortugas de meses (izq.) y para tortugas adultas (der.): 31x22x7,5 cm y 60x 29,6×19.5 cm respectivamente (Kiwoko tienda online).
El otro gran problema es que la gente que las compra las acaba abandonando cuando se da cuenta de que la crecen más allá de los 5 cm con los que las compraron y que podrían vivir hasta 20 años. Estas tortugas no solo tienen que estar en un espacio reducido casi toda su vida sino que cuando crecen se las aparta de todo lo que conocen. Su destino entonces puede ser muy distinto dependiendo de donde residan los humanos que las compraron. Si estos las abandonan en un embalse, con el peligro que supone para las tortugas autóctonas, si no tienen ninguna enfermedad o problema que no las permitan valerse por sí mismas, es posible que sobrevivan. Si viven en una gran ciudad, es probable que acaben en parques o fuentes donde pueden ser atacadas por otros animales tanto humanos como no humanos, sufrir accidentes con los coches o acabar en un espacio muy pequeño junto con otras muchas tortugas. Esto último, ocurrió en la estación de Atocha de Madrid (Fig. 3) debido a la gran cantidad de animales abandonados, hasta 300 a pesar de la alta mortalidad ya que el abandono era recurrente. Al carecer de espacio y recursos, las tortugas acabaron hacinadas y alimentándose de lo que buenamente podían como restos de comida de los visitantes y de otras tortugas (El País, 2018). Ellas, inocentes, que no han decidido que las críen en cautividad ni que las vendan ni que las traten como objetos, son siempre las perjudicadas.
Viendo todo el mal que el mascotismo causa a estos animales, y a muchos otros, nos preguntamos cómo se permite esto. Teóricamente no está permitido, pero hecha la ley hecha la trampa. Cuando se prohíbe vender una especie (porque es invasora), los criaderos buscan una especie parecida que no esté prohibida, como ha ocurrido ya con las tortugas del género Trachemys y la especie Chrysemys picta (La Naturaleza en un Clic, 2020). Y aunque actualmente su tenencia y la de otros animales está prohibida (RD 216/2019), aún hay gente que las compra y se siguen vendiendo hábitats poco más grandes que un tupper para tener a una tortuga de pocos meses (Fig. 2). Podemos suponer entonces que hasta que los humanos no dejemos de tratarlas como si fuesen decoración o simples juguetes, la vida de estas pequeñas no llegará a ser feliz.
Fig. 3: Jardín tropical de la estación de Atocha (Madrid). Hasta 300 tortugas llegaron a vivir en esta pequeña charca visiblemente sobrepoblada. Fuente: Asociación ANDA
Tras tanta mala noticia nos sentimos felices de poder contaros que hay dos pequeñas que no serán abandonadas ni tratadas como objetos nunca más. Ellas son, Susana de las Orejas Amarillas y Cristina la Elegante (Fig. 4), dos tortugas que son unas de las nuevas incorporaciones del santuario El Hogar. Las voluntarias han trabajado mucho para acondicionarles un lugar en el que tengan suficiente espacio, donde puedan vivir sin toparse con una pared cada pocos pasos. Hemos investigado para ofrecerles un hogar lo más parecido posible a su hábitat, con plantas acuáticas para que puedan alimentarse y resguardarse, comida en abundancia y zonas para tomar ese sol que tan importante es para ellas. Ellas, no acabaran nunca en un pantano donde dañen a otras tortugas ni en un terrario hacinadas, han tenido la suerte de encontrar humanos que las ven como son, seres sintientes que quieren vivir.
Referencias:
Cadi A & Joly P (2004). Impact of the introduction of the red-eared slider (Trachemys scripta elegans) on survival rates of the European pond turtle (Emys orbicularis). Biodiversity and Conservation 13, 2511–2518. https://doi.org/10.1023/B:BIOC.0000048451.07820.9c
Mali I, Wang H, Grant WE, Feldman M & Forstner MRJ (2015). Modeling Commercial Freshwater Turtle Production on US Farms for Pet and Meat Markets. Plos.ONE. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0139053
Real Decreto 216/2019, de 29 de marzo, por el que se aprueba la lista de especies exóticas invasoras preocupantes para la región ultraperiférica de las islas Canarias y por el que se modifica el Real Decreto 630/2013, de 2 de agosto, por el que se regula el Catálogo español de especies exóticas invasoras
Thomson RC, Spinks PQ & Shaffer HB (2010). Distribution and abundance of invasive red-eared sliders (Trachemys scripta elegans) in California’s Sacramento River Basin and possible impacts on native western pond turtles (Emys marmorata). Chelonian Conservation and biology, 9(2), 297-302.
Web de El Pais, 2018: https://elpais.com/ccaa/2018/05/08/madrid/1525767210_693289.html
Web de La Naturaleza en un Clic, 2020: https://lanaturalezaenunclic.com/quieres-comprar-una-tortuga-acuatica-creeme-te-conviene-leer/
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