Willow es un ‘gatazo’ rubio, travieso y juguetón como no hay otro igual.

Una pareja comenzó su vida de a dos con ilusión y muchos planes: compraron un piso, adoptaron a un gato… Pero las cosas se torcieron, la crisis acució y se vieron obligados a dejar el ático que con tanto esfuerzo habían comprado, porque ya no podían pagarlo. Recogieron sus pertenencias, y se fueron. Atrás sólo quedó un cubo de fregona, dos sacos de pienso para gatos casi vacíos… y el pequeño Willow, de sólo 9 meses. Las deudas agobian, apenas se tiene para vivir pero, ¿dejar a un animal que ha sido tu compañía solo, en un piso, con comida para una semanas? Y luego… ¿qué?

Willow ha demostrado ser un luchador desde siempre. Cuando el pienso se agotó y el cubo de agua se secó, cuando el hambre retorcía sus tripitas, comenzó a maullar y maullar, haciendo saber a sus vecinos que estaba ahí. Pero al tratarse de una propiedad privada, no era tan fácil entrar por el pequeño, que veía cómo los días pasaban, sin compañía, sin comida. Su desesperación iba en aumento, y por fin un día pudo romper la tela mosquitera de una de las ventanas y salir al jardín, donde fue rescatado por uno de los vecinos, que se descolgó entre las terrazas. La labor conjunta de dos corazones intrépidos.

Willow, después de haber sido un gato casero, llegó a El Hogar Animal Sanctuary desconfiando de la gente, se había olvidado de que las personas podían hacerle bien, darle de comer, jugar con él, hacerle arrumacos… Las semanas que pasó encerrado y solo hicieron mella en él, pero poco a poco, entre todos los voluntarios, y con la ayuda de su gran amigo Elmo, ha olvidado esa etapa y vuelve a ser el gato divertido, alegre y pendenciero que seguro fue en aquel ático, antes de ser abandonado. Desborda energía y disfruta especialmente corriendo por el jardín y haciendo emboscadas al resto de gatos con los que comparte juegos y amistad. Hoy vuelve a ser un gato feliz.