Tigra es una de las gatas que “fundaron” el santuario.

Las vidas de Elena (fundadora del santuario) y Tigra se cruzaron antes de que existiese el primer “Hogar de Luci”. En palabras de la propia Elena:

“Hace 8 años, unos niños llamaron a mi puerta. 

– ¡Una gata se está muriendo en la calle! – Vinieron a avisarme como hacía todo el vecindario cada vez que algún animal corría peligro. Me apresuré al lugar y la vi tumbadita dentro de un tiesto, exhausta. Cuando le enseñé la comida, se levantó como pudo y comió muy despacito, sacando fuerzas de donde ya no le quedaban.

Su mirada era triste… su piel se estiraba como si fuera un acordeón, dejando al descubierto una delgadez extrema. Cuando lograba levantarse, de sus manitas salía pus producida por las espigas clavadas en su cuerpo. Estaba llena de nudos, desnutrida… muerta en vida.

Como ya tenía tantos gatos recogidos, la persona con la que compartía casa se negó rotundamente a aceptar una más, por lo que me las ingenié para convencer a mi hermana para acogerla hasta curarla, pensando luego darla en adopción.
Me llevó meses recuperarla, y cuando por fin se estabilizó, fui a recogerla para prometerle que no iba a buscarle adoptantes, que ella había adoptado mi corazón y yo sería la persona que cuidaría de ella toda su vida”.

Tigra se ha convertido en una dulce abuelita, ha pasado por etapas complicadas de salud, en julio de 2015, le diagnosticaron problemas graves de riñón y páncreas. Pero Tigra es una gatita valiente, nada la puede parar.