Les pedí a papá y mamá que me regalaran un niño. Como había sido un perrito bueno, me lo compraron.
Le llamamos Bobo. Pero era muy listo.
Era un niño muy bonito, pero se hacía pis en cualquier sitio. entonces papá le daba unos azotes con el periódico.¡Es la única forma de que aprenda!
A bobo le encantaba hacer sus cosas en los árboles y el la hierba. ¡Ponía una cara tan graciosa!
A mí me gustaba que durmiera en mi cama, porque tenía la piel muy calentita y suave, pero mamá decía que ni hablar. ¡Te va a pegar una enfermedad!Y papá decía que los niños prefieren dormir en la terraza.
– Así ven la calle y a los otros humanos.
Por la noche gritaba y gritaba en la terraza. Le oía desde la cama y me daba mucha pena.
Papá tuvo que educarlo dándoloe con el periódico. Mamá decía que le diera un poco más fuerte. Si no, no aprende.A Bobo le encantaba sentarse en los sofás, pero mamá se ponía hecha una furia, porque nos los dejaba sin pelo.
Cuando llovía, como no nos apetecía sacarlo a pasear, nos seguía por toda la casa con la correa en la boca y nos moríamos de risa. ¡Que listo era Bobo!Al principio todos queríamos pasear al niño, pero después nos daba un poco de pereza, y nos peleábamos para ver a quién le tocaba. Él nos miraba y parecía que entendía, ¡qué risa!
Cuando íbamos a la compra, lo teníamos que dejar una hora o dos en el coche.
– Así vigila- decía mamá.
Una vez, casi sea ahoga del calor que hacía.
Cuando lo llevaba al parque, le tiraba una pelota para que corriera y me la trajera. Al acabar de correr abría mucho la boca ¡Se veía que estaba muy contento!
El primer verano, lo dejamos en una residencia todo el mes de agosto. cuando nos despedimos se quedó llorando, pero papá nos consoló diciendo que tenía una jaula preciosa.
Mamá le daba la comida al niño por la noche. Yo me sentaba a verle comer. Mamá le daba las sobras.
¡Lo que más les gusta a los humanos son los huesos!
Bobo creció demasiado para estar en casa, ni siquiera enla terraza. Y siempre estaba triste.
Un día cuando volví Bobo ya no estaba. Mamá nos dijo que papá lo había llevado al monte.
– Allí será feliz, encontrará a otros niños.
Yo no estoy muy seguro. Y a veces me pongo a pensar que todo fuera al revés, y se me ponen los pelos de punta.
¡Sería una vida de niños!