El rey de mi vida, el que me cuidaba, me vigilaba y me daba calma. El líder que enseñaba a los jovenzuelos a respetar las normas de la manada.
El que me encontró cuando repostaba en la gasolinera, me miró de lejos y me eligió.
Vivió conmigo varios años, se comportó como un jefe justo y educado en la casa, en la residencia, en el Santuario.
Repsy fue feliz en cualquier lugar donde nos trasladamos.
Fue querido por todo aquel que tuvo la suerte de encontrarse en su camino.
Después de una vida juntos, de tantas y tantas vivencias, nos hemos separado.
Ayer su cuerpo estaba cansado, su mirada se tornó triste y nos dio a entender que su energía se había agotado.
Luchó mas que nadie por quedarse a nuestro lado, fueron meses de batallas ganadas contra la enfermedad, pero llegado el momento de marchar, no quisimos detenerle con lágrimas o pensamientos tristes. El ya no podía darnos más, y por todo el amor y sabiduría que nos ha transmitido en estos años, nuestro deber era dejarle descansar.
Que el jefe se fuera tranquilo, viéndonos sonreír y despedirnos sin pena ni lamentos.
La vida y la muerte son así.
Su veterinaria y amiga, su voluntaria protegida y su… ¿hija?, le despidieron con la mejor de sus sonrisas, compartiendo historias divertidas y entre lagrimillas que resbalaban furtivas pudimos darle el ultimo adiós.
La chimenea le dio calor, la música un buen ambiente y nuestro inmenso amor las alas para viajar rápido al paraíso de los seres inocentes.
Gracias mi niño, mi viejo, mi yayo, amigo… por haberme elegido.
No hubo jamás un perro tan bueno, fiel y sereno. De bellos cabellos color fuego, mirada divina de sabiduría y corazón de caballero.
Cada día de mi vida, te echare de menos.
Elena.EHL