Hace ya algunos años que sé que todos los animales sentimos por igual, que disfrutamos, que sufrimos, que queremos vivir nuestras vidas y que la especie no nos hace diferentes en lo elemental.
Lo sé…por eso soy vegana, por eso todos los días intento sumar mi parte para hacer del mundo un lugar más justo para todos y todas.
Durante este tiempo, he conocido a muchos bebés como Clara. A algunos les he visto prácticamente nacer, empapados aún en ese olor a sangre y vida de los partos. A otros les he visto jugar, corretear, hacer travesuras, tomar el sol, dormir la siesta acurrucados…
Pero siempre llegaba ese día…Ese maldito día en el que sabía que no les volvería a ver. En el que sabía que marcharían aterrorizados en un camión, para ser encerrados, inmovilizados para que engorden rápidamente. Ese día en el que sabía que todo cuanto les esperaba era gritar desconsolados llamando a sus madres de camino al matadero.
Me miraban a los ojos, con esa dulce inocencia de todos los bebés, y yo sólo podía susurrarles entre lágrimas que me perdonaran por no poder ayudarles, prometiéndoles que trabajaría mucho, todos los días, por un futuro mejor. Y mi corazón se rompía una y otra vez.
Una noche, junto a la chimenea, le pedí con todas mis fuerzas a mi abuelo que por favor me ayudara
a cumplir esa promesa, y accedió, dejando en mis manos la vida y el futuro de Clara.
Y entonces salté de alegría, lloré emocionada, corrí por el campo para verla bajo la luna y contarle todo lo bonito que le estaba esperando.
Pero, ¿dónde podría regalarle a Clara una vida feliz, llena de cariño y atenciones? Rápidamente llamé a los amigos y amigas de El Hogar de Luci para contarles la historia de Clara, y la de Dulce, y la de todos los bebés que no pudieron salvarse. Rápidamente se pusieron manos a la obra para preparar el hogar de Clara y que pudiera incorporarse a su gran familia lo antes posible.
Ahora sólo faltan unos días para que la libertad de Clara sea una realidad. Ella no lo sabe, y cuando mira triste entre los barrotes yo le digo suavemente que ya falta menos, que en Madrid su familia la espera impacientemente.
Cuando veo a tantas personas haciendo donativos para costear los inmensos gastos de su transporte y manutención, cuando leo vuestros mensajes de cariño y apoyo, cuando me doy cuenta de que sois muchos quienes estáis deseando querer y respetar a Clara, una nueva esperanza se abre camino.
Bienvenida a tu vida, Clara.
Con vuestra ayuda, el corazón de Clara latirá libre, sin miedo. Y el mío, con ella.
Gracias por hacerlo posible.