Cuento de Teo

“¿Dónde estoy? ¿Dónde hemos llegado? Uy, cuánto ruido hay aquí, oigo perros ladrando y llorando pero no veo a ninguno de ellos desde aquí… ¿Y mi familia? Si hemos salido todos juntos de casa esta mañana, ¿dónde están ellos?, ¿por qué no les veo? “. El pequeño conejo estaba asustado y nervioso.

El sitio era muy estresante, inhóspito y… tan desconocido. Estaba hecho una bolita, temblaba: “será el veterinario”, se preguntó. “Pero en el veterinario nunca me quedo solo, no sé, es todo muy raro”, se dijo.

Se armó de valor y sacó su hociquito entre los barrotes para intentar ver qué había alrededor y sólo vio un montón de jaulas más, unas vacías y otras ocupadas por compañeros. Algunos de estos compañeros estaban tan asustados como él, otros parecían tristes y resignados. No entendía nada, se preocupó un momento, pero se tranquilizó a sí mismo pensando que pronto vendrían a por él.

Pero pasaron las horas y nadie venía. Empezó a tener hambre y sed. Al rato una persona se acercó, seria, sin hacerle caso y sin ningún cariño ni interés, le puso un cuenquito con agua y otro con comida y se fue. Ahí, nuestro amigo se empezó a preocupar seriamente. Empezó a darse cuenta de que quizás nunca volverían a por él. Y se sintió muy muy triste. Pero, ¿qué había pasado?

Él vivía con una familia que bueno, tampoco es que le tratasen tan bien, pero tampoco tan mal. Es verdad que ya no le acariciaban tanto como cuando era bebé, y que poco a poco casi no le dejaban salir de la jaula a pasear por la casa, y cada vez tardaban más en limpiarla, y que a veces se les olvidaba durante días darle comida, pero él pensaba que le querían. ¿Qué había pasado, había hecho algo mal?

Intentaba no molestar, hacerles muchas carantoñas cuando se acercaba a él… y ahora estaba así.Nuestro amigo conejo se sintió muy muy triste. Y así empezaron a pasar los días, y poco a poco fue resignándose en un rinconcito, dando todo por perdido.

Pero, como siempre sucede en nuestros cuentos, su suerte cambió de pronto, y unas manos dulces y amorosas se acercaron a él, lo tocaron y lo llevaron a s nuevo hogar.

Allí pudo ver la del sol, oler la hierba y compartir espacio con otros compañeros felices y relajados.

Hola Teo, bienvenido al lugar donde los animales viven felices.

“Educando en el respeto. Educando por la vida”

Teo