A pesar de que los cerdos ibéricos representan una parte pequeña de los millones de cerdos que mueren en los mataderos de España (43 millones cada año), la vida que tienen no es tan idílica como la industria ganadera plantea. Cada año 3,6 millones de estos maravillosos animales son asesinados; de ellos, solo 0,7 millones comían bellotas y hozaban en el barro (Carlos Piza, 2020). La inmensa mayoría (80%) de los cerdos ibéricos eran cebados con pienso (soja y maíz) y hierba para que llegaran rápidamente al peso que la industria estima como óptimo para ser rentables. La media nacional está en 15 meses de edad, apenas un año y medio y son sacrificados (MAPA), cuando tienen una esperanza de vida de 15 años. Todo ello para vender una gran cantidad de productos que, lejos de ser necesarios para las personas humanas, son muy perjudiciales.

Uno de los grandes problemas de esta raza es que, al ser tan conocida, se siguen manipulando los cruces para conseguir individuos lo más puros posible. Para ello, las hembras tienen que parir continuamente desde los 11 meses, hasta 2 veces al año, con el consiguiente desgaste de sus órganos, el dolor del parto (FAWEC, 2018) y el trauma de verse separadas de sus lechones una y otra vez. Las que no pasan por este lance (si están en espacios abiertos) son castradas, al igual que los machos, para evitar cruces «impuros». Hasta 2009, con la mal llamada ley de bienestar animal, no estaba regulado el uso de anestesia para esta intervención en hembras ni tampoco la presencia de personal cualificado.

A pesar de que sean un símbolo identitario para muchos humanos, aunque se les asocie casi instintivamente con las dehesas y las bellotas, la vida de estos cerdos no difiere de la del resto de animales considerados de granja dentro del sistema especista. Los cerdos, tanto los de la raza ibérica como el resto de los individuos de esta especie, son animales extremadamente inteligentes y capaces de concentrarse, emiten 20 tipos de vocalizaciones diferentes para comunicarse y tienen relaciones sociales complejas dentro de la piara (Anima Naturalis). En la Fundación El Hogar sabemos bien de la compleja personalidad que pueden tener los cerdos ibéricos. Aquí viven dos individuos que han tenido la mala suerte de nacer en este mundo que los considera objetos, pero cuya vida cambió al cruzar las puertas de su nuevo hogar.