[:es]Falsas utopías: la vida salvaje de los ciervos[:]

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Los ciervos, animales tan feéricos y bonitos, a todas nos conmueven: su gracilidad, su belleza, el silencioso misterio que les envuelve… Sin embargo, en este imaginario, también creemos que suelen vivir una vida idílica en la naturaleza. En España, por desgracia, es todo lo contrario. Estos animales son atacados indiscriminadamente por hordas de cazadores que, creyéndose dueños de la tierra, se creen también con el derecho a abatir las vidas de los animales por capricho.

En varios lugares de España, principalmente en fincas privadas de caza, son tratados como ganado con intereses de negociar con su caza. En la Sierra de Albarracín, por ejemplo, se tratan como trofeos y para venta de carne, organizando batidas por considerarlos plaga para la agricultura cuando, en realidad, los problemas sanitarios y de sobrepoblación de especies como ciervos, zorros o jabalíes se deben fundamentalmente a la falta de depredadores naturales, asesinados en masa al causar daños a los animales considerados de granja que pastan abandonados por los montes sin cuidados ni protección. Enfermedades como la sarna, tuberculosis bovina y otras similares están descontroladas por dicha falta de depredadores naturales, llevando a que esta población de animales salvajes también acabe infectada, afectando a individuos jóvenes y sanos, creando un descontrol de la biodiversidad brutal. Los enfermos no se ponen a tiro de los cazadores, por lo que pasan desapercibidos y mueren, dejando aún más riesgo de contagio para la población salvaje. Los sanos y jóvenes, por su parte, son desgraciadamente las víctimas de los cazadores furtivos, tratados con bastante permisividad por su abundancia y por la agresividad de éstos.

Existen dos grupos familiares de ciervos en la naturaleza: machos por una parte, y hembras, crías y jóvenes por otro. En éste último se crean unos vínculos afectivos muy fuertes y son guiadas por la matriarca, la hembra de más edad y con más conocimientos del medio en el que viven. Cuando los cazadores asesinan, no importa quién esté en el punto de mira. Si matan a dicha matriarca, el grupo queda desestructurado. Sin alteraciones humanas, el único momento de separación es el de los machos al unirse al otro grupo. Durante la época de celo, los machos se disputan entre ellos por la época de cría, pero tras esta temporada, se vuelven a unir olvidando los enfrentamientos entre ellos.

Las madres crían solas a los cervatillos, apartándose tras la gestación, manteniendo a sus hijos ocultos en pastos altos y matorrales, acercándose sólo para darles de mamar. El vínculo de la madre y los hijos es enorme, es capaz de arriesgar la vida por ellos si es necesario. Una vez el cervatillo se convierte en un cervato joven, madre e hijo vuelven a la manada, presentándolo para permanecer unidas para el resto de años. Pese a todo, además de la caza existen problemas como las inclemencias del tiempo debido al cambio climático, los múltiples atropellos… Cosas causadas por el ser humano que les hace la vida difícil en la naturaleza.

Cuando un ciervo es criado en cautividad, siempre que sea con afecto y empatía, la unión con su familia humana es igual al vínculo afectivo que tienen con su especie en la naturaleza.

En España hay ahora mismo dos santuarios en los que se cuiden ciervos: El Hogar y la Reserva Wild Forest. Estas compañeras cuidan ahora mismo de cinco ciervos: Thor, Odín, Bambú, Browni y Bambi. Algunos de ellos víctimas de la caza, otros sacados de granjas escuela en los que se les usaba como reclamo sin tener en consideración sus intereses… Ahora viven felices entre ellos y con otras especies como gallinas, cabras y ovejas en la naturaleza que les otorga la reserva. Allí cuidan de estos animales de los que se tiene la noción de vivir tranquilamente, cuando en realidad, al compartir mundo con nosotros, lo tienen más difícil de lo que pensamos.

Fantasía, la cierva del Hogar, es una víctima de la caza: mataron a toda su familia cuando sólo era una cervatilla. Alguien la encontró y se apiadó de ella, llevándosela a casa y criándola a biberón. Sin embargo, creció en un espacio demasiado pequeño para un ciervo, treinta metros cuadrados. Cuando el señor que la cuidaba murió, sus hijos no quisieron responsabilizarse de ella. Tras ocho años, ahora, en El Hogar, conoce a otras compañeras de distintas especies y tiene para ella un bosque entero.

Fantasía nos reconoce, se lleva genial con cabras, ovejas… Muchas veces baja al estanque artificial y ya no tiene tanto miedo como cuando llegó. En esos días, al estar acostumbrada a un espacio pequeño, no se separaba de la valla que cerraba el espacio de cuarentena, a pesar de tener un campo abierto para ella.

Ahora, más habituada al terreno, suele perderse por los bosques del Hogar durante horas. Aunque tímida, desde el principio ya se dejaba acariciar, ahora es hasta juguetona. A los ciervos les encanta estar, como ya se ha comentado antes, con otros individuos de su especie. No olvidaremos a Tom, el ciervo que intentamos rescatar pero su cuerpo no pudo soportar tanto daño como le había hecho el paso del tiempo. Siempre le llevaremos con nosotras.

La abuelita Fantasía puede estar tranquila, pues es y será cuidada con todo el amor del mundo y, quién sabe, quizás pronto pueda tener una nueva compañera…

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