Las gallinas de guinea son originarias de las regiones situadas al oeste del continente Africano. Son animales extremadamente sensibles y asustadizos con un comportamiento marcadamente gregario. En libertad, viven en grandes grupos de hasta varios centenares de individuos y establecen relaciones de pareja monógamas, conservando el mismo compañero/compañera durante toda su vida. Su alimentación natural se basa en granos, hierba y pequeños insectos.
En la actualidad, estas aves son explotadas como productoras de carne y han sido introducidas en Europa con fines comerciales por los franceses, con el fin de competir con la carne de caza. Pero su explotación, de inicio relativamente reciente, no se limita a este ámbito, sino que abarca otras áreas. Sus vistosas plumas son muy apreciadas y les son arrancadas para incorporarlas como parte de piezas de bisutería, ropa, complementos y decoración. Debido a la intensidad sonora de sus vocalizaciones, también son usadas como elemento de seguridad en fincas para alertar sobre la presencia de extraños. Y, por último, su habilidad para capturar insectos hace que se empleen en el control de plagas.
Las gallinas de guinea explotadas por su carne vienen al mundo a través de procesos de inseminación artificial al que son sometidas las hembras reproductoras confinadas en naves intensivas. Mediante este procedimiento, fuerzan a las gallinas a realizar puestas durante 40 semanas al año, cuando en la naturaleza este periodo se limita a un máximo de 18-20 semanas. Con ello, se busca maximizar la rentabilidad de la explotación produciendo el mayor número de pollos posible en el mínimo tiempo. La puesta se inicia sobre los 6 meses de edad, llegando a su máximo al cabo de 8-10 semanas y decayendo luego lentamente. En torno al año y medio de edad, la tasa de puesta ha bajado hasta un 50% y ya no resulta rentable mantener a las aves en producción, por lo que son enviadas al matadero.
Tras cada puesta, los huevos fecundados le son sustraídos a la madre y depositados en incubadoras donde nacerán los polluelos, que, poco después, serán trasladados a naves de engorde, similares a las empleadas para la explotación de pollos broiler. Allí serán alimentados con pienso dispuesto en tolvas y sufrirán el estrés del hacinamiento y el confinamiento, sometidos a iluminación artificial día y noche. En estas penosas condiciones malvivirán durante un periodo de unas siete semanas, momento en el que con un peso aproximado de 1,6 Kg., serán introducidos en un camión con destino al matadero.
Las gallinas de guinea se suman así a la larga lista de víctimas de la explotación a manos del ser humano. Vidas rotas, sufrimiento y muerte, que, como en todos los casos, está en nuestra mano evitar.