Desde hacía meses, desde El Hogar oíamos sus lloros, sus gritos desesperados.

Investigamos un poco por los alrededores y descubrimos que en la finca de al lado tenían un burrito semiabandonado.

Además de estar completamente solo y atado, no tenía siquiera atención básica como comida o agua. Mucho menos atención veterinaria, a pesar de estar atado bajo el sofocante sol del verano.

Algunos voluntarios propusieron llevarle agua y comida y así, durante estos meses, las personas voluntarias de El Hogar tenían a su cargo, como una tarea más del santuario, ocuparse del burrito de la finca de al lado.

Y cada día volvían destrozados de ver cómo el burrito intentaba detenerles el paso a la hora de marcharse; estaba desesperado por no quedarse solo.

Después de avisar a los forestales, que hicieron una inspección, intentamos localizar al propietario de la finca.

Luego de algunas conversaciones, conseguimos que Dobby, así le pusimos, pudiera venirse a vivir a vivir al Hogar.

Le prometimos que íbamos a superar de felicidad cada día de su vida. Parece que, de momento, lo estamos consiguiendo.