Julieta, por ser de raza podenco, ha sido víctima de la caza.
A Julieta la recogimos deambulando por la carretera, en un estado muy avanzado de embarazo, y con un miedo terrible. De ese embarazo nacieron tres bebés, que encontraron su hogar definitivo enseguida.
Para conseguir socializarla y que así pudiese encontrar a su familia, se fue a una maravillosa casa de acogida. Durante uno de sus largos paseos, la pequeña gitana oyó un ruido, se asustó terriblemente y salió corriendo. Y ahí empezaron los 5 peores meses que hemos pasado todos. Noches enteras buscándola por todas partes, llamándola desesperadas, pero nunca aparecía.
Cuando ya casi apenas quedaban esperanzas, recibimos una llamada que nos inundó de alegría. ¡JULIETA ESTABA VIVA! Y localizada. Tenía un pequeño escondite donde pasaba los días, metida en algún matorral.
Fueron días y noches duros, de horas sin dormir, agotamiento, miedo y desesperanza. Pero finalmente, conseguimos coger a la gitana, como la apodábamos en casa.
Muy juguetona, cariñosa, obediente y dócil. Con algo de miedo y timidez al principio, pero una vez coge confianza se muestra feliz, pizpireta y dicharachera. Las ganas de ser feliz y poder tener una oportunidad de tener una familia que todos los días la haga sentir querida, hacen que Julieta confíe en las personas un poco más.
El miedo de Julieta, ese miedo que le hizo huir despavorida, y que hoy trabajamos para que se acerque a las personas con buenas intenciones, es consecuencia de su pasado cazador. Su raza, podenco, es muy requerida por personas que practican este mal llamado deporte y, para conseguir que los perros den el rendimiento que ellos creen óptimo, no dudan en llevar a cabo los entrenamientos más extremos e imponer los castigos físicos más duros, puesto que ellos consideran a estos animales herramientas a su servicio, y estas vías de enseñanza las más rápidas. Es razonable, pues, que Julieta temblase de miedo ante la presencia humana.
Julieta, lejos de tener instinto cazador, ha cuidado de Marco, un borreguito huérfano cuando llegó muy bebé al santuario. Y ahora más mayores siguen siendo grandes amigos.
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