Rapunzel es una cerca ibérica, que llegó a El Hogar Animal Sanctuary en la mitad de su peso…
Rapunzel nació y fue “regalada” como si fuera un producto, con la finalidad de ser criada, engordada y devorada. La persona a quien fue regalada la dejó en la finca de su padre donde, después de un tiempo, llevaron también un macho para que la dejara preñada y así tener más “productos” que comer.
Su casa y la de su compañero era como lo son todas las explotaciones de animales, donde lo que importa es que sigan vivos y no su comodidad, salubridad ni otras cuestiones: paredes frías y sucias, suelo de cemento, olor fuerte a excrementos… Pero Rapunzel (que entonces se llamaba China, Co-China), había sensibilizado el corazón del que era conocido como su propietario. Él la crio a biberón y nunca pudo pensar en matarla para comérsela.
Rapunzel y su compañero tuvieron hijos, fueron sus únicos momentos de felicidad, la oportunidad de tener a quien querer le llenó el corazón, como sucede a todas las madres, sea cual sea su especie. Pero, así como las estaciones cambian, la suerte cambió una vez más para ella y su familia.
El hijo humano que la criara pelea con el padre y ese, por despecho, resuelve matar y devorar a los que viven allí. Rapunzel ve y oye como matan a su compañero. Otro día ve como se le clava el cuchillo a cada uno de sus hijos… y ella, por ser la preferida, queda encerrada en una oscura y fría cárcel donde nunca más verá el sol…
El hijo humano quería salvarla, no quería verla morir así, degollada por su propio padre; como no cesaban las peleas y no llegaban a ningún acuerdo, incluso lo denunció.
Pero la suerte volvió a hacer un cambio, encontraron un recurso en El Hogar Animal Sanctuary, una nueva expectativa… Desde que conocimos su historia, tuvimos el corazón apretado durante los cinco días que pudimos gestionar traerla. Finalmente, 200€ fue el soborno que el hijo tuvo que aportar a su padre para que la dejara con vida.
Ella llegó: delgada, demacrada, con muchas marcas por los años tristes que vivió, pero una dulzura en la mirada y en la forma lenta de moverse, un poco por el miedo que tiene a todos y todo, un poco por disfrutar mejor de esos momentos, como si pudiesen acabar.
Hoy Rapunzel convive en armonía con el resto de los habitantes del santuario, hozando la tierra en busca de ricos manjares que llevarse a la boca, dándose baños de barro y, a pesar de su tamaño, jamás ha tratado de imponerse a nadie.
Ellos también quieren vivir, nos ayudas a darles una nueva oportunidad?
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