Ruth ya era una cierva adulta cuando apareció en la puerta de un restaurante, junto a la carretera, cerca de Zamora. Llevaba un collar con cascabel, estaba asustada y perdida. La familia propietaria del restaurante que la vio en la puerta de su negocio le dio de comer y calmó su miedo. Ya no estaba sola.
El restaurante tenía un recinto con una pequeña piscina y, a pesar de tener la puerta abierta para poder irse cuando lo quisiera, Ruth decidió quedarse ahí. Y lo hizo durante tres años. Al cabo de los tres años ese pequeño parque agotó todas las posibilidades que podía darle a Ruth para entretenerse escarbando y quedó inutilizable: lleno de barro, sin césped, etc. Ante esa imagen, la gente que pasaba por ahí empezó a pensar que tenían un ciervo prisionero y maltratado y llamaron a las administraciones.
Desde su llegada se había contactado con el Seprona pero, como en otros casos, al no estar preparados ni tener espacios donde ubicar a estos animales improntados, durante tres años no se hicieron cargo de Ruth y ella seguía con la familia de Zamora.
Entonces nos aliamos con la Fundación FAADA y fuimos a buscarla. Allí confirmamos lo que nos habían contado: Ruth tenía la puerta abierta, pero nunca abandonó ese lugar y prefirió la compañía de esa familia, a vivir en libertad. Aunque quizás nunca la había conocido.
Siempre había manifestado tener mucho carácter y no aceptaba la compañía de cualquier persona. Como comprobamos también más tarde, a veces se ponía en dos patas y, como si fuera un canguro, pegaba patadas con las patas delanteras. Menos con los hijos del dueño del restaurante, que eran quienes le daban de comer y a quienes, desde luego ella prefería.
Cuando llegó al hogar estaba muy acostumbrada a los humanos, pero tenía mucho miedo de otros animales. Sobre todo de otros ciervos, de los perros, caballos, cabras; ella solo quería estar con humanos, porque era lo que conocía.
En el santuario Ruth empezó a perder el miedo a otros animales, ya que tiene que convivir con ellos. Al final se fue acercando, poco a poco y hoy convive con cerdos, jabalís, caballos y otras especies, en el mismo parque. Tiene mucho menos miedo a otros animales que cuando llegó, pero nos haría mucha ilusión poder traerle una compañera cérvida.
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