A partir del año, los niños empiezan a percatarse de la diferencia entre un peluche y un ser vivo. Entre los dos y los cuatro años se cimientan las bases de la relación que establecerán los niños y otros animales. Y es a partir de los once cuando el concepto de animal está definido y va unido a un claro interés por el entorno natural.
Los padres serán la guía en este proceso. Ellos deberán cubrir la incapacidad de los niños para valorar si se puede generar un daño o malestar a los animales, por ejemplo, durante el juego. A los niños se les debe dar una información clara de lo que estos necesitan. No podemos responsabilizar plenamente a un niño o niña de corta edad de todas las necesidades del compañero no humano. Pero si implicarle en todo lo que su edad y capacidad le permita.