Los gusanos de seda, como cualquier otra oruga, pasan por cuatro fases básicas de desarrollo: Huevo, larva, crisálida o pupa e imago o adulto.
Cuando la larva alcanza un determinado estadio de desarrollo, teje a su alrededor el característico capullo en cuyo interior tendrá lugar el proceso de metamorfosis que transformará a la oruga en mariposa. Ésta saldrá al exterior, procediendo al apareamiento y puesta de huevos y dando así inicio a un nuevo ciclo reproductivo.
Pero en el caso de los gusanos explotados para la producción de seda este proceso natural no llega a culminar.
Para obtener la seda, los capullos son introducidos en agua hirviendo ocasionando la muerte lenta y dolorosa del animal que se aloja en su interior en estadio de pupa.
La razón de esta forma de proceder es evitar que la mariposa, una vez formada, rompa y degrade el capullo al salir al exterior, malogrando la calidad de la seda.
La cantidad de seda aprovechable en cada capullo es escasa, por lo que la fabricación de un solo pañuelo o corbata se cobra cientos de pequeñas vidas.
Solamente a un limitado número de pupas se les permitirá completar su estado de crisálidas y las polillas resultantes constituirán el banco de semen para la producción de huevos que permitirán la crianza de futuras generaciones de orugas de seda.
Así pues, la producción de seda no está exenta de sufrimiento y muerte. Como cualquier otro animal víctima de explotación, los gusanos de seda tienen capacidad de sentir y deseos de vivir.