El transporte de animales es una parte más de la cadena de la explotación ganadera. Y como en el resto del proceso, lo fundamental es economizar el tiempo y el dinero. Por eso, aunque existen, en la teoría, algunas normativas de “protección y bienestar” , la realidad es que los animales viajan en unas condiciones tan terribles de hacinamiento que a muchos de ellos les cuesta la vida.
Hace pocos días fuimos testigos de ello, al circular por una carretera por donde un camión que transportaba pollitos había dejado un triste rastro de muerte. Llegamos tarde para auxiliarles y sólo pudimos contemplar sus diminutas crestas de bebés, la palidez extrema de una piel que jamás ha sido rozada por el sol, sus cuerpos, pequeños pero obesos hasta el punto de impedir la movilidad. Lo único que pudimos hacer por ellos fue observarles, yaciendo en la soledad de una carretera, lejos de cualquier mirada, y reconocerles como la persona que fueron, y pedirles perdón en silencio por todo el dolor que nuestra especie les causa.
Probablemente sucedió que por un pequeño hueco, varios de ellos huyeron, desesperados, sintiendo por primera vez el aire fresco, la luz natural, el olor de la tierra.
Y ese intento de vuelo, fueron los únicos breves segundos de libertad que pudieron disfrutar en su corta vida, antes de morir contra el asfalto.
Por fortuna, algunos se salvan, sólo uno entre milles, como la blanca Susana, que se arriesgó a saltar del camión que la llevaba al matadero sin imaginar que acabaría habitando en en uno de los más bonitos paraísos: Santuario Gaia.
Recuerda, detrás de cada filete hubo una historia, una cara y unas ganas de vivir.
La diferencia entre la vida y la muerte recae en una sencilla decisión: hazte vegan y no consumas productos de origen animal.