El toro de lidia

Lidiar: Luchar con el toro incitándolo y esquivando sus acometidas hasta darle muerte 

¿Un toro seleccionado genéticamente para matarlo en espectáculos?

Uno de los Sociólogos de nuestra historia comentaba que esta vida en la que vivimos asigna al mundo y a las cosas, incluso a los animales, la categoría de objetos de consumo, objetos que pierden su utilidad en el mismo momento de ser consumidos”. Haciendo referencia a esta opinión, desde El Hogar Animal Sanctuary queremos tratar sobre el objeto de consumo al que está destinado el toro de lidia. Queremos hablar de como el ser de este cambia artificialmente al ser criado y destinado en exclusividad para las corridas de toros, el espectáculo de masas más antiguo de España…

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Se sabe del toro de lidia que no es una raza natural, y que la cría de este se ejecuta seleccionando ejemplares y razas del mismo con fines de lidia, comerciales, o destinados a los espectáculos taurinos de toda índole. Ya en el siglo XVI a través de estudios sobre el toro se sabía que este animal por naturaleza, resultaba ser de carácter inofensivo. Una de las características principales del toro era que este no atacaba a ninguna clase de animales, ni al “hombre”.  El toro en libertad solo ataca cuando se encuentra aislado y cuando ha de defender a su prole.

La capacidad consciente del toro da lugar a que este pueda reaccionar a los efectos de un tóxico o a los efectos de la luz, al sonido u otros agentes exteriores, los cuales le impresionan, tal y como le sucedería a cualquier animal, incluido el hombre, ya que estos pertenecen al orden de los psíquicos. Los toros son tranquilos y solo en la época de celo luchan con los machos por conseguir a la hembra, al igual que cualquier especie, incluida la humana. Los impulsos del toro que determinan la clase de vida y la psicología de los toros en libertad son la defensa contra los carnívoros, el hombre y la selección sexual.

Fue el interés económico del hombre el que dio lugar a que las ganaderías españolas comenzaran a formarse en la cría del toro de lidia, siendo este seleccionado y criado especialmente para producir toros bravos. El ganado bravo, está diseñado por las ganaderías para atacar, la selección artificial del ganadero crea en el toro una hipersensibilidad que hace de este un ser “anormal” y un verdadero “enfermo nervioso”. El toro está sometido a reglas fijas, es algo estereotipado, ya que en las ganaderías los conocedores han puesto en práctica procedimientos de la biología para seleccionar su ganado. El temperamento del toro acaba siendo esquizotímico (propensos al autismo) o tímido, otra propiedad de este temperamento. 

La razón de la cría del toro es bien sencilla, es una razón económica, por lo tanto, la ley permite crear el toro de lidia para espectáculos taurinos, permite maltratarlo y permite asesinarlo, ya que constituye una producción con gran trascendencia económica y social en nuestro país. Queda preguntarse sí, ¿es precisamente esta transcendencia social y económica la que da derecho a calificar a un animal como objeto? ¿Es una necesidad realmente el consumo del espectáculo del toro de lidia? ¿Otorga acaso el espectáculo a despojar al toro de la capacidad de sentir? ¿Está la sociedad Española tan falta de valores y de empatía, que se continúa festejando dicha actividad?, la respuesta a esta última pregunta es sí.

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A pesar del conocido declive del festejo taurino y la crisis de este, nuestra sociedad política, capitalista y consumista continúa permitiendo en muchos ayuntamientos el espectáculo taurino bajo la bandera de la tradición y la cultura. A pesar de ello existe una quiebra taurina, un declive, una falta de asistencia a los ruedos. La realidad es que una gran mayoría social rechaza este espectáculo por el incesante maltrato que recibe el toro. Un maltrato que el ciudadano no percibe representativo de su ética, ni de su moral, ni mucho menos de su cultura.

En cambio, los taurinos opinan que desde 2007 España se ha visto envuelta en una grave crisis económica, la cual ha influenciado de manera decisiva en este tipo de espectáculos, responsabilizándola así de sus pérdidas gananciales. ¿Cabria tal vez preguntarse si la economía es la causante real de la falta de asistencia de público a los ruedos? por lo contrario, ¿cabria preguntarse si tal vez la crisis real, podría ser la exponencial cantidad social existente en contra del maltrato al toro? ¿Podríamos preguntar si tal vez la ética y la moral de la sociedad, tienen algo que ver en el declive del festejo taurino? ¿Sería más realista, o al menos más generoso para el toro, culpabilizar a la ética y a la moral de cada individuo como causantes de la crisis taurina? ¿Puede continuar siendo lícito este insufrible trato por el cual se somete al toro?