Ahimsa y los giros del destino

Ahimsa, nuestro último rescate, es una cerdita que tiene alrededor de un mes y medio. La encontraron en un polígono llena de heridas y moratones, probablemente producidos al haber saltado de un camión. Dicho camión se dirigía, o bien a una granja de engorde, o bien al matadero, donde Ahimsa acabaría siendo vendida envuelta en un plástico como un lechón.

Ahimsa es un término sánscrito que hace referencia a un concepto filosófico que aboga por la no violencia y el respeto a la vida. Habitualmente se interpreta como símbolo de paz y respeto hacia los seres capaces de sentir.

Ahora Ahimsa está sana y salva en El Hogar Animal Sanctuary, pero ¿podríamos imaginar cómo fue su vida antes del encuentro?

Antes que nada recordemos que la industria porcina en España produce casi 3,5 millones de toneladas de carne al año (un 2,8% de la producción mundial). Y, solo en Cataluña, se produce el 50% del total de la producción final ganadera. Encontramos dos subsectores de producción claramente diferenciados: la porcicultura de carácter intensivo, que engloba alrededor del 90% del total; y la extensiva o semiextensiva, representada mayoritariamente por el cerdo ibérico. Estas estadísticas nos permiten constatar que los mal llamados cerdos de vida libre no llegan a ser ni el 10% de la producción final.

Con estos datos sí que podemos suponer cómo vivió nuestra querida Ahimsa antes de llegar al buen recaudo del santuario.

Empecemos por su madre, a quien Ahimsa no volverá a ver nunca más.

Antes de nacer Ahimsa

En los porcinos, las inseminaciones se pueden realizar con monta natural, pero la realidad es que la práctica más habitual de los ganaderos es la inseminación artificial, que se realiza mediante una sonda. A veces, incluso, se utilizan ambos métodos a la vez y las cerdas reciben varias dosis de semen durante el celo.

El ciclo reproductivo de las madres (producción de lechones) tiene una duración aproximada de entre 20 y 22 semanas.

Es muy probable que la mamá de Ahimsa estuviera sola en una jaula individual hasta que se confirmara que había quedado embarazara y la trasladaran a las jaulas de grupos. Uno de los principales problemas de bienestar de las cerdas, en estas jaulas grupales, es la competencia que se desata entre los individuos del grupo, especialmente por la comida. Esto hace que su nivel de estrés se dispare y que puedan, incluso, lesionarse entre ellos.

En las granjas porcinas la «maternidad» se compone de un conjunto de salas de capacidad variable: entre 6 y más de 20 plazas. Cada una de estas salas consta de una cantidad de plazas de maternidad dispuestas según la granja, donde la cerda pare y, tras el parto, convive con su camada hasta el destete. A la cerda se la mantiene en una jaula metálica (denominada «camisa de parto») mientras que los lechones pueden acceder libremente a todo el espacio de la plaza.

Seguramente, unos cuantos días antes del parto, la mamá de Ahimsa fue trasladada a una sala de maternidad y permaneció en su «camisa de parto» hasta el momento de dar a luz. En estas jaulas, las cerdas parturientas no tienen posibilidad de girarse y casi que tampoco de moverse. Solo pueden tumbarse en una sola posición y con mucha dificultad.

Los principales problemas de las cerdas gestantes en jaulas son la elevada incidencia de estereotipias (movimientos, posturas o voces repetitivos o ritualizados sin un fin determinado) y el estrés causado por la proximidad de otras cerdas, con las que no puede establecer una relación jerárquica clara.

El nacimiento de Ahimsa

En estas maternidades porcinas, la mayoría de las muertes de los lechones, se producen durante sus primeras 48 horas de vida. Las dos causas principales son el aplastamiento y la falta de alimentación. La muerte de más del 50% de los bebés se debe a que, ante la falta de espacio, son aplastados por su propia madre. De los que no pasan por esa situación, algunos mueren a causa de la debilidad que les impide amamantar lo suficiente.

Pero Ahimsa consiguió sobrevivir.

A las 24/48 horas del parto se procede a lo que los ganaderos llaman «procesado de los lechones». A Ahimsa le cortaron la cola, la identificaron y le inyectaron hierro y vitaminas (A, D3 y E) para mejorar su supervivencia. En ocasiones (dependiendo del genotipo y del destino final de los lechones) se cortan, también, los colmillos y los machos son castrados. Todo este procedimiento se realiza, evidentemente, sin anestesia alguna, sin material esterilizado y sin supervisión veterinaria.

Ahimsa, probablemente, pudo permanecer con su madre entre 21 y 28 días, que es lo que dura la lactancia. Una lactancia en la que casi no pudieron comunicarse ni interactuar, ya que, como describimos más arriba, su madre estaba en una jaula que le impedía moverse y acercarse a sus hijos.

Una vez finalizado el período de lactancia, Ahimsa fue trasladada a una instalación denominada «destete-transición» y su madre fue devuelta a la nave de gestación para iniciar con ella un nuevo ciclo productivo.

Lo normal para Ahimsa hubiera sido permanecer en «destete-transición» desde que la separaron de su madre hasta, aproximadamente, los dos o dos meses y medio. En su caso no sucedió así. Solo permaneció allí, junto con sus hermanitos y otros lechones nacidos en la misma semana, durante un mes y medio. La densidad legal de las salas en las que alojan a los lechones en esta fase es de 4 a 5 lechones por metro cuadrado. Esto significa que la pequeña disponía de un espacio de entre 0.20 y 0.25 m² para vivir.

Una vez pasado este tiempo, Ahimsa fue trasladada en camión a su nuevo fatídico destino (un matadero o una granja de engorde). Pero ella quería sobrevivir y luchó por ello: saltó del camión sin saber qué le depararía el futuro. Y ese futuro desconocido entonces es hoy El Hogar Animal Sanctuary. El primer santuario de animales fundado en España, el lugar en el que Ahimsa tendrá la vida que todo ser vivo merece. Una vida en libertad, con amigas que tuvieron su misma suerte. Un lugar en el que conoce las caricias, los juegos, los besos, el aire fresco, la lluvia, el olor a tierra mojada, la hierba …

¿Pero qué hubiera pasado si nuestra Ahimsa no hubiera saltado del camión?

Las posibilidades son dos, y vamos a describirlas ahora.

Posibilidad A: matadero

En la granja la metieron en un camión de transporte y, luego de una larga travesía sin comida ni agua ni protección contra el calor o el frío extremos, habría llegado al matadero.

Una vez allí hubiera pasado la noche en un pequeño corral, también sin comer y con acceso limitado al agua (en los mejores casos).

Por la mañana la habrían conducido a su propia muerte, a la fuerza: mediante golpes de palos de madera o metal, e incluso, en algunos casos, sirviéndose de palos electrificados.

En España, antes de ser asesinados, los cerdos tienen que ser aturdidos mediante aturdidores de pernos: la variedad penetrante dispara una varilla a través de cráneo del animal para dañar su cerebro y así evitar que recupere la conciencia; la variedad no penetrante da un fuerte golpe en la cabeza del animal que podría asemejarse a un martillazo. Cuando el golpe, seco y fuerte, se da correctamente sobre el cráneo, produce una especie de sacudón que hace que el cerebro se golpee dentro de este. Se produce una interrupción de la actividad neuronal, consecuencia de la presión intracraneal. Los consiguientes daños en los nervios y vasos sanguíneos causan una disfunción del cerebro e impiden la circulación sanguínea. La duración de la intensidad depende del grado del daño en el tejido nervioso y del grado en el que se reduce el suministro sanguíneo. Normalmente dura entre 10 y 20 segundos tras el aturdimiento.

El aturdimiento efectivo requiere que la pistola esté en ángulo y posicionada en la parte correcta de la cabeza. Cosa que, a menudo, es difícil de conseguir si la cabeza no está totalmente quieta. Lo normal es que los animales sean reacios a entrar en la caja: están presenten mientras matan a sus compañeros y huelen la sangre en el suelo de la caja, es normal que luchen por sobrevivir y no se queden quietos.

Al otro lado de la cámara donde Ahimsa hubiera sido aturdida y, sin obstáculos para verlo, serían cortadas las gargantas de sus compañeros y luego serían desangrados. Más tarde la hubieran dejado caer entre tanques de agua hirviendo para suavizar su piel y eliminar las cerdas y el cabello. Su piel, tripas y otros desechos no útiles para el consumo, se los llevarían a una planta  de procesamiento para convertirlos en manteca (o sebo de cerdo) para usar en alimentos, jabones, lubricantes y biocombustibles, o en otros productos como la gelatina.

Finalmente hubiera sido trasladada a una cámara frigorífica envuelta en plástico para acabar en una carnicería y ser vendida como lechón.

Posibilidad B: granja de engorde

En la granja donde nació la metieron en un camión de transporte y, luego de una larga travesía sin comida ni agua ni protección contra el calor o el frío extremos, habría llegado a otra granja, una granja de engorde.

Ahimsa hubiera sido ubicada en una nave grande capaz de albergar hasta más de mil animales como ella. Salvo excepciones, las naves cerradas solo disponen de ventilación natural: ventanas que suelen permanecer cerradas para evitar que, desde el exterior, se vean o escuchen los animales. Desde luego que estas salas no disponen de sistemas de calefacción o refrigeración.

Como se dijo antes, Ahimsa se destetó entre 21 y 28 días después de su nacimiento, con un peso inferior a los 5 kilos. Luego, en la granja, probablemente hubiera llegado a pesar alrededor de 100 a los cinco o seis meses de vida.

Hasta casi la mitad del siglo pasado, el engorde de cerdos se realizaba a muy pequeña escala y tenía interés, sobre todo, en las zonas rurales y los pueblos, para el autoconsumo. En estas condiciones, los cerdos destetados (de entre 12 y 20 kg) eran adquiridos en ferias y mercados que se celebraban a finales de la primavera o durante el verano; y la alimentación era el factor decisivo durante los meses de invierno. Los animales consumían productos vegetales tales como patatas, remolacha y resto de verduras convenientemente cocidas y aderezadas con salvado y, en ocasiones, con harina de cereales.

Con la aparición de las fábricas de pienso en los años 50 y 60, se inicia en España la porcicultura moderna. En los últimos cincuenta años, el panorama ha evolucionado de forma espectacular; a la sombra de las fábricas de pienso aparecieron las granjas de «ciclo cerrado»: ganaderos que gestionaban entre decenas y centenares de cerdas reproductoras. En un lugar físico único convivían cerdas, verracos, lechones y cerdos de engorde, hasta su traslado al matadero. En los años 70 aparecieron las primeras empresas productoras que, ligadas, o no, a una fábrica de piensos, gestionaban distintas granjas: su objetivo era reducir costes y obtener el máximo beneficio de la comercialización.  Unas décadas más tarde, estas mismas empresas se convirtieron en grandes integradoras, justificando la aparición del sistema de producción «en fases»: las madres, los lechones destetados y los cerdos en crecimiento y engorde se llevan a instalaciones separadas a varios kilómetros de distancia.

Por suerte, el destino quiso que Ahimsa no llegara a vivir ninguna de estas dos posibilidades. Agradezcamos, entonces, al destino, haberla cruzado en nuestro camino.

Fuentes:

  • https://www.hsa.org.uk/downloads/publications/aturdimientodeanimalesporpernocautivo.pdf
  • http://llotjadevic.org/redaccio/arxius/imatgesbutlleti/manual%20porcino%20final.pdf

 

Fotos: Lucía Albano