A primera hora de la mañana, cuando hacemos la ronda antes de desayunar, unos ciclistas alertaron a uno de los voluntarios de El Hogar que había una bebé jabalí en la carretera.

Estas buenas personas sabían que hay gente que odia a los jabalíes, entre otras cosas, porque les consideran una especie invasora y que, si el pequeño caía en sus manos, le iban a matar. Recordaron que el santuario estaba cerca y guiaron al bebé hasta aquí.

Así que, fuimos corriendo y, efectivamente, un pequeño jabalí de unos tres meses les había seguido, se dejaba acariciar por ellos e incluso que le cogieran en brazos.

El pobre estaba sediento y, por tanto, no fue difícil que entrara en el recinto seguro del santuario. Una vez dentro le llevamos al parque de cuarentena y le alimentamos. No paraba de pedir leche y aunque aquí es vegetal, ¡le encanta!

Tiene algunas garrapatas, pero su estado es perfecto en cuanto a peso y pelaje. Estamos seguras de que alguien le ha criado porque está muy acostumbrado a las humanas, aunque las garrapatas nos hacen pensar que no estuvo en las mejores condiciones.

Bernardo es supercariñoso, alegre y muy parlanchín. No para de hablar y buscarnos. Pero tendremos que educarle porque jugando es un poco brusco, comparándolo con otros bebés de su edad que hemos criado. Le encanta que le rasques la barriga, se tumba y se queda dormido mientras le acaricias.

Ya hemos llamado al veterinario para que le hagan todas las pruebas y legalizarlo cuanto antes, así podremos juntarle pronto con el resto de jabalíes.

¡Amadrina al pequeño Bernardo si quieres ser parte de su nueva vida!