Guillem fue rescatado de un dique en una presa, a 500 km de Madrid.
Un día recibimos una llamada en el teléfono del santuario. Un chico desesperado, trataba de buscar ayuda para un macho de cabra que estaba atrapado en una zona de difícil acceso en una presa, tras acudir a las autoridades sin éxito. Nos habló de lo débil que le veía, de su extrema delgadez, de que no sabía cuánto más aguantaría sin ayuda en aquel lugar, sin acceso a comida, ni agua, ni una pequeña sombra de la que cobijarse del fuerte sol.
No sabemos cómo llegó allí, no sabemos si sufrió un accidente o si alguien le abandonó para morir, pero en aquel momento supimos que éramos su única oportunidad de vivir y nos pusimos en camino.
A pesar de lo complicado del rescate y del evidente riesgo, todo mereció la pena solo por vivir ese momento de ver a Guillem mostrarnos su agradecimiento al vernos ir hacia él, cooperando incluso él mismo en su propio rescate a pesar de su debilidad, facilitándonos la tarea de sacarle fuera de la presa y dejándose mimar incesantemente. Su pesadilla se había acabado al fin.
Hoy, gracias a esos voluntarios que no dudaron correr aquel riesgo, Guillem puede correr, jugar, comer y vivir feliz en El Hogar Animal Sanctuary.
Somos felices de tenerle en nuestra familia, pues es alguien muy especial a quien rápidamente se le coge un gran cariño. Le gusta la compañía de los humanos, especialmente cuando esa compañía implica caricias. Adora que le rasquen en la barbilla, se queda quieto mostrando los dientecillos mientras echa la cabeza hacia atrás para “facilitarte” el trabajo. Es imposible no soltar una carcajada cuando le ves esa cara de relax y placer.
En el santuario de Madrid era muy habitual verle subido a alguna de las bobinas de madera que teníamos repartidas por el terreno para satisfacer un poco esa necesidad de las cabras de saltar y trepar. Ahora, en Tarragona, vive en un parque con el resto de los animales de gran tamaño, y en ese parque disfruta subiéndose a uno de los muros que separan ese terreno del viñedo. Cuando vamos a llevarles la comida, ahí está Guillem tras la valla, subido al muro, para acompañarnos hasta la puerta.
Una de las mayores aficiones de Guillem es apoyarse en cualquier voluntario que se encuentre cerca de un árbol, para así poder devorar las hojas fácilmente ya que las adora.
Guillem vive feliz en el santuario, derrochando energía y felicidad, y contagiándonos a todos de su alegría. Aquí ha encontrado un hogar y una familia y nunca jamás volverá a verse sólo y abandonado al borde de la muerte.
Ellos también quieren vivir, nos ayudas a darles una nueva oportunidad?
Amadrina desde 12€ / 18€ / 25€ ó 45€
Si tienes alguna duda o consulta, por favor, no dejes de escribirnos y estaremos encantadas de responderte.
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