La verdad sobre las terapias con animales

La terapia asistida con animales o zooterapia es una actividad que se realiza utilizando a animales seleccionados y adiestrados con la intención de que sirvan de apoyo en tratamientos de ayuda para humanos que padecen ciertos problemas cognitivos o personas con diferentes capacidades.

Las especies más utilizadas son perros, gatos, caballos y delfines, y con el fin de poder ser empleados para mejorar la calidad de vida de algunos humanos, previamente deben ser sometidos a sesiones de entrenamiento en habilidades antinaturales y a disciplinados ejercicios de obediencia.

Los perros, al igual que los lazarillos, deben ser sumisos e ignorar sus instintos, su necesidad de olfatear o de que se respete su espacio vital, tan importante para los cánidos.  Deberán actuar con resignación, y su trato con los más pequeños tendrá que ser impecable, permitiendo que les agarren sin hacer un mal gesto. El desarrollo emocional del humano es lo primordial.

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En el caso de los caballos, se exige que posean unas determinadas características físicas y unas proporciones muy concretas para que  la acción biomecánica en la que se basa esta terapia sea óptima y así el paciente pueda ponerse sobre su grupa y sentir plenamente la transmisión del calor y del ritmo. Obviamente, su personalidad debe ser extremadamente mansa y haber sido adiestrado para anular su miedo natural a ruidos estridentes, movimientos bruscos y objetos extraños que se puedan utilizar durante la sesión.

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Los gatos son muy utilizados para terapias en cárceles, centros de ancianos o psiquiátricos. El propio Sigmund Freud usaba gatos en sus consultas para calmar a sus pacientes y que dejasen fluir sus emociones de manera más natural y espontánea. De nuevo, el animal debe tener un temperamento muy calmado para dejarse traer y llevar y dejarse colocar en el regazo del paciente y permitir que le acaricien hasta la saciedad, aún en contra de su voluntad.

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La delfinoterapia es, si cabe, el recurso más cruel, pues supone la reclusión de por vida en pequeños acuarios de individuos que necesitan recorrer kilómetros diarios para mantener su salud física y psicológica. El punto fuerte de la terapia con delfines, además del medio acuático, que siempre favorece cualquier lesión o enfermedad, reside en una especie de ondas ultrasónicas de muy alta frecuencia que esos mamíferos emiten de forma natural en el mar, que a modo de gps,  les permite ubicarse en las profundidades y guiarles a donde quieren ir y que parecen estimular las neuronas de  humanos con algún tipo de trastorno cognitivo.

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A estos seres vivos, al valorárseles en función de su utilidad, obviamente se les descarta en el instante en el que sus facultades físicas no son las óptimas para ofrecer ese servicio para el que han sido entrenados y cuando comienzan a presentar los achaques propios de la edad, como pérdida auditiva o de visión, artrosis, con los dolores que conlleva, quizá problemas de corazón, o simplemente el cansancio propio de quien lleva toda una vida dedicada al trabajo, son enviados al matadero o a eutanasiar. Obligados a ayudar a humanos con enfermedades, no sólo son rechazados como objetos viejos en el momento de su vida en la que son ellos quienes precisan cuidados, sino que además son asesinados porque ya no sirven.

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Las terapias con animales funcionan, esto es innegable, pero hemos de comprender que la actitud que se toma en este tipo de actividades es especista, ya que se ignoran las necesidades y las libertades de unos para favorecer a otros, por el simple hecho de que pertenecen a una especie distinta de la cual nos hemos creído ser los dueños.

En realidad, el principio activo de cualquier terapia asistida con animales es el amor y el cariño, y en muchos casos el lenguaje no verbal que nos enseñan los animales y al que se puede acceder mediante un proceso de adopción legal, en lugar de recurrir a centros que se lucran con la utilización de otros seres vivos como simples herramientas. Está comprobado que convivir con animales no humanos proporciona relajación, reduce el ritmo cardiaco y la presión sanguínea, aumenta la autoestima y la interacción social  y nos permite crear fuertes vínculos de afecto correspondido.

En los casos de enfermedades psíquicas o distintas capacidades como pueden ser el autismo, déficit de atención, síndrome de down, etc. se deberá hacer uso de los avances científicos existentes o exigir que se realicen las inversiones y las investigaciones necesarias para remitir los síntomas o aliviar las dolencias en vez de recurrir a la mano de obra barata, ignorando las consecuencias éticas.

En la época en la que la esclavitud era legal, muchas sociedades prosperaron y dieron lugar a un gran desarrollo en todos los campos de la ciencia, como la griega o la egipcia, pero a pesar de todo, el avance moral que hemos alcanzado en nuestros días, nos impide aceptar la esclavitud  como algo positivo.  Algo muy similar sucede con los animales puestos al servicio humano, especialmente si estos humanos tienen algún tipo de vulnerabilidad física o psíquica. El fin no justifica los medios. No hay que elegir beneficiar a unos, sometiendo a otros; se puede, y se debe, empatizar con todos los habitantes del planeta sin remordimientos, sin valorar ni infravalorar a ninguno de éstos.  Afortunadamente, ahora, en el siglo XXI, la era de la ciencia, tenemos alternativas para todo. Pero debemos reclamarlas.

Di no al especismo. Di no a la explotación animal.

Noemí Alba, redactora de El Hogar Animal Sanctuary