Los denominados “perros policía” proceden, en su mayor parte, de criadores que comercian con sus vidas poniéndolas a la venta por un precio medio de 2.000 euros. Estos animales son pues tratados como mercancía y comprados como parte del equipamiento policial.
Cada año, ingresan en la academia de policía en torno a 100 perros, pero sólo aquéllos que cumplan una serie de requisitos serán finalmente admitidos en el programa de adiestramiento. El resto son inmediatamente desechados y su destino es cuando menos incierto.
Durante unos ocho meses, los animales seleccionados serán sometidos a un duro entrenamiento que estará en función del área en el que sea clasificado cada animal:
- Perro de Búsqueda de Explosivos.
- Perro de Búsqueda de Drogas (estupefacientes).
- Perro de Guarda de Recinto.-Perro de Vigilancia.
- Perro de Intervención (manifestaciones, disturbios, etc.)
En cualquier caso, la finalidad del adiestramiento no es otra que convertir al perro en un instrumento de trabajo a las órdenes del policía al que sea asignado. Pistas americanas, alambradas, aros de fuego o disciplinas de obediencia serán algunas de las pruebas a superar y, si bien el aprendizaje se basa en el refuerzo, cuando los animales fallan en la ejecución son privados de recompensas y forzados a repetir el ejercicio una y otra vez.
Tras el periodo de aprendizaje, los perros serán enviados al destino que les corresponda donde les esperan unos ocho años de arduo trabajo en los que serán utilizados y obligados a poner sus vidas en peligro.
Transcurrido su ciclo de vida útil, cuando los animales envejecen y su rendimiento desciende, muchos serán devueltos a la escuela de adiestramiento donde esperarán la muerte en un chenil privados, hasta el final, del cariño y el calor de un verdadero hogar. Sólo unos pocos afortunados serán acogidos por su instructor.
Pero los centros de adiestramiento no sólo suministran animales a los cuerpos policiales, sino que también cuentan con servicios de venta o alquiler de perros para su utilización por parte de empresas de seguridad privada o particulares.
Este es el caso de los canes que acompañan a los guardias de seguridad de distintas empresas y organismos. Es habitual que estos animales sean sometidos a interminables jornadas de trabajo de hasta 15 horas ininterrumpidas durante los siete días de la semana y su cometido es ser empleados como armas disuasorias ante un eventual conflicto. Cuando el turno de vigilancia finaliza, son introducidos en jaulas a la espera de reanudar de nuevo su trabajo a las pocas horas.
Estos infortunados animales reciben estrictos entrenamientos dirigidos a potenciar su agresividad y conducta de ataque y en torno a los 7 años de edad, cuando su rendimiento desciende, son “desechados” como si de material de usar y tirar se tratase, lo que significa que la gran mayoría de ellos acaba sus días asesinado.