Vivimos en una sociedad en la que la gran mayoría de personas afirma tener empatía por los animales. Empatía es ponerse en el lugar de otros, es entender sus circunstancias, sus dificultades y conveniencias, pero sin duda -y desgraciadamente- la empatía es gradual entre los humanos con respecto a los animales, formando escalas en función de la especie a la que pertenecen.
Dentro de los vertebrados somos capaces de comprender mejor los sentimientos y emociones de un mamífero, por ejemplo, que las de un ave. Aunque tanto una vaca como una gallina nos puedan provocar una sonrisa solo con verlas, no nos sentimos identificados de la misma manera con una que con otra, debido a las diferencias morfológicas.
Posiblemente sea algo inconsciente, pero estar dentro de una misma clasificación biológica nos hace vernos más cerca o más lejos de ellos. De esta discriminación no se salvan los peces (más de 32.000 especies diferentes) y todos los demás animales acuáticos.
También son animales, y sienten, aunque respiren bajo el agua
Hablar de otro hábitat, como es el submarino, es adentrarnos en otros niveles de (des)consideración. Para muchos, incomprensiblemente, ni siquiera se les puede llamar animales, es probable que por las evidentes diferencias respiratorias. Esto les lleva a la máxima lejanía moral, tratándose de seres que también disponen de un sistema nervioso central conectado a un cerebro, y por lo tanto tienen la capacidad de sentir, o lo que es lo mismo: como los humanos, pueden disfrutar y sufrir con sus experiencias.
Son víctimas de una injusta discriminación que les convierte en el colectivo animal más discriminado en número de individuos. Se estima que mueren, para consumo, unos 3 billones al año. Sin duda los animales acuáticos son los más afectados por el especismo.
La sintiencia es lo moralmente relevante. Ser consciente de tus vivencias y aprender de ellas te marca como sujeto, y no como objeto. Los peces tienen intereses, así como los animales terrestres, por lo que buscan repetir las experiencias agradables y huyen de las que les producen sensaciones desagradables. Como los humanos. Esto quiere decir que, como cerdos, vacas, gallinas o…perros y gatos, no son tan diferentes a nosotros, a pesar de los diversos entornos en los que viven.
Foto: elbibliote.com
Memoria de pez
Existe el falso mito de que los peces no tienen memoria o de que es rápidamente volátil. Todos nos acordamos de Dory, ese encantador personaje de la película animada «Buscando a Nemo», donde en varias ocasiones hace alusión a los 3 segundos en los que deja de recordar cualquier cosa.
Nada más lejos de la realidad; una prueba de ello es que reconocen a cientos de sus semejantes durante meses, algo imposible si cada pocos segundos perdieran la información por olvido.
Reconocerse les hace aprender en quién confiar y a quién temer. De esta manera encuentran pareja y también tienen disputas compitiendo entre ellos. Tienen comportamientos sociales complejos. Otra característica importante es que recuerdan perfectamente sus fuentes de alimentación y repiten el mismo camino para poder obtener comida allá donde la localizan. Curiosamente, en El Hogar Animal Sanctuary, cada vez que una voluntaria pasa cerca del estanque de los peces rescatados, ellos se apresuran a acercarse al borde y abren la boca pidiendo comida.
¿Cómo podrían saber que un humano es quien les alimenta cada cierto tiempo, si olvidan las cosas casi al mismo tiempo de haberlas asimilado?
Capacidades asombrosas que se les desconoce
Lo que no se sabe es que muchos peces ven mejor que los gatos, disponen de una mayor sensibilidad a los cambios de luminosidad que los humanos, detectan colores y los ultravioletas. Algunos de ellos también tienen la capacidad de mover los ojos en diferentes direcciones.
Captan sonidos del interior del agua. Son muy sensibles al tacto, tanto que se frotan unos con otros en forma de caricias, y a los cambios de temperatura.
Como los humanos, cuentan con papilas gustativas, saborean lo que comen y pueden discernir entre lo que les gusta y lo que no. Son perfectamente conscientes de los movimientos musculares y articulares, comprenden en todo momento su estado postural y cada uno de los desplazamientos que realizan.
Como las aves, al no disponer de manos, casi toda su actividad de manipulación la ejercen con la boca. Lengua y labios son herramientas que sirven, por ejemplo, para guardar comida, construir sus casas o poner a salvo a sus crías de cualquier posible amenaza. ¿A que ya se te van pareciendo más a los animales terrestres?
Dolor, trauma y depresión
Michel Fine, biólogo marino, afirma que los peces chillan cuando sufren dolor, como cualquier otro animal. Su forma de hacerlo es lo que marca la diferencia, pues no lo hacen ejerciendo fuerza con la garganta sino que lo pueden hacer apretando su vejiga, rechinando los dientes o frotando sus huesos: los llantos son como zumbidos.
En numerosos estudios se ha podido comprobar la reacción de estos animales al lastimarse o ser lastimados. Se retuercen (esto es fácilmente apreciable cuando vemos a un pez siendo cazado y sacado del agua, cómo aletea desesperadamente dando saltos como convulsionando), se sofocan en forma de jadeos y hasta pueden cambiar de color.
Foto: eldiario.es
Características perfectamente aplicables a los humanos en la misma situación.
Víctimas de la pesca con anzuelo, los que por suerte vuelven al agua y sobreviven, lo hacen traumatizados tras una agónica experiencia de asfixia y heridas, al borde de la muerte. Las carpas, sin ir más lejos, se quedan sin comer durante un largo período de tiempo para evitar la misma situación dolorosa.
Colaboradores de la Farm Animal Welfare Council reconocen que los peces sienten miedo, estrés y dolor al ser sacados fuera del agua, con reacciones emocionales similares a las de los mamíferos.
Algo característico de la sintiencia es la depresión, caer en una tristeza profunda por algo que nos ha ocurrido que nos quita las ganas de todo, como por ejemplo la pérdida de un amigo, pareja o familiar. Los peces también se deprimen al perder la compañía y lo exteriorizan con inactividad, palidez y caída de aletas.
Foto: vegetarianismo.net
Otros marinos
Más animales que habitan en el mar han sido estudiados para determinar su capacidad de sentir dolor. El Dr. Robert Elwood (Universidad Queens de Belfast) y su equipo de investigación aseguraron que los cangrejos reaccionaron a descargas eléctricas aprendiendo de la experiencia desagradable para no volver a pasar por ella. Esto no solo demuestra que sufren dolor físico, sino que responden subjetivamente a ello huyendo para evitar más peligro en el futuro: tienen intereses.
Elwood también sacó las mismas conclusiones con gambas afirmando que también sufren.
Las langostas son muy vistas, vivas, en restaurantes antes de ser enviadas a las ollas hirviendo para ser consumidas. El zoólogo Jaren G. Horsley estudió durante años a los crustáceos y asegura que las langostas sienten dolor con su sofisticado sistema nervioso. En internet es fácil encontrar vídeos de cómo intentan escapar del agua hirviendo entre fogones.
Estos animales no distan tanto de los humanos como nos podemos imaginar: pueden vivir 100 años, tienen a sus crías en 9 meses y entablan relaciones sociales. Se comunican con señales y detectan los productos químicos con sus antenas.
Solo en EEUU matan 20 millones, cada año, para consumo humano.
Sepias y pulpos, con cerebros muy grandes pero sin oído, disponen de mucha memoria y capacidad de aprendizaje, y -como a nosotros- los cambios de entorno les suponen estrés.
Con respecto a los bivalvos (almejas, mejillones…) existe tan poca información científica que se tiende a presuponer que no sienten, ya que carecen de sistema nervioso y, en su lugar, poseen ganglios y cordones. En todo caso, dado que nuestros actos deben ir siempre basados en lo que consideremos correcto (ética) evitando así hacer daño a seres que puedan sufrirlo, ante cualquier duda y sabiendo que nuestra alimentación no requiere de su consumo para estar adecuadamente nutridos, es nuestro deber moral evitar quitarles la vida para disfrutar durante unos momentos de su sabor.
Foto: NY Times
Alternativas nutricionales vegetales a las del ‘pescado’
Hoy en día podemos encontrar fácilmente sustitutos éticos a cualquier producto de origen animal, que nos aportan los mismos nutrientes sin provocar sufrimiento, dolor y muerte. Todas las proteínas las tenemos en las legumbres, así como en la quinoa, el tofu, el trigo, el amaranto y la espirulina. El Omega3 procedente de los peces se relaciona directamente con enfermedades cardiovasculares por lo que una buena forma saludable y respetuosa es obtenerla, por ejemplo, de las semillas de lino, nueces, chía, avena o del aceite de soja.
La vitamina D, además de en tofu y nueces, está en almendras y sésamo. La soja, el brócoli y las espinacas son excelentes fuentes de calcio. Las vitaminas de tipo B se pueden conseguir en legumbres y frutos secos. Las de tipo A en pimienta roja, verdura de hojas verdes y patata dulce.
Las grasas saludables son asequibles en el reino vegetal a través de aceites de girasol y maíz, soja o cacahuetes. Y también en la fruta: por ejemplo, en el aguacate.
¿Sabes quién es Sloboda?
Sloboda (libertad en eslovaco) es uno entre las varias decenas de peces que viven en El Hogar. Hace dos años le detectamos un tumor y tenía que ser operado o moriría. Nuestra labor es salvar vidas y todos los habitantes del santuario son parte de nuestra familia. Un hijo con cáncer es la peor de las noticias que se pueden recibir, pero nunca nos rendimos y aunque meter en un quirófano a un pez pueda parecer imposible no hay imposibles para El Hogar. Conoce su historia en este emotivo vídeo:
Y, después de este artículo, ¿ha cambiado tu percepción sobre los animales que viven en el agua?
Si tu empatía ha cruzado una frontera desconocida hasta hoy y te apetece ayudar a estos magníficos seres, puedes hacerlo apadrinando a Sloboda o asociándote a la Fundación El Hogar Animal Sanctuary. ¡Juntos podemos cambiar el mundo!
Fuentes:
http://acabemosconelespecismo.com/alimentacion/peces-y-crustaceos/
https://www.animal-ethics.org/pesca/#fn2
https://www.animanaturalis.org/p/1405/los-peces-sienten-dolor
https://blog.rtve.es/retiario/2014/07/los-peces-y-la-etica.html
https://www.animanaturalis.org/p/1146/sienten-dolor-las-langostas
https://www.dietistasnutricionistas.es/alternativas-al-pescado/