Hasta luego Antonio…

Tu cuerpo castigado por el tiempo y el abandono durante tantos años en la perrera, nunca eclipsó tu sonrisa y el brillo de tus ojos de cachorro eterno.
En algún momento, allí, en el infierno, tu carita fue la máxima expresión del pánico, del miedo a la muerte en brazos del olvido… Pero nuestro destino… Ese destino caprichoso de la vida que afortunadamente nos unió. Aquel voluntario, que por encargo debía rescatar al pastor alemán que llevaba mucho tiempo hacinado, olvidado… Debía rescatar al del “bulto en el cuello”, Y tu, sin bulto en el cuello llegaste igualmente.
Después rescatamos al que debió precederte, Ben, el otro abuelito abandonado en el infierno, con bulto en el cuello.
Y hoy, vienes a morir con una extraña enfermedad. Poco frecuente y original como tu mismo. Y además… Paradojas de la vida, dicha enfermedad te ha acompañado con un bulto en tu cuello. ¡¡ Que cosas tiene la vida!!
Del infierno saliste como un caballito trotón, con tu linda cara de jovenzuelo, sediento por descubrir todos los colores, olores y texturas olvidadas por tantos años de encierro.
¡¡Eras tan hermoso!!. Tu melena al viento entre las flores del Santuario. Jugando con tu novia Kira a la pelota, jugando a daros abrazos y embestidas a dos patas…. Parecíais dos “osos alemanes”.
Odiabas a los niños… ¡¡ A saber tu historia!!. Desconfiado de los hombres, que sin duda te trataron a patadas. Temías un poco menos a las mujeres. Y al final, entre todos te quisimos tantísimo, que aprendiste a perdonar tu dolor pasado y quisiste darnos la oportunidad de poder besarte y abrazarte y tu te ponías “tontorrón” con tanto mimo, y cuando no te miraban los demás, dabas rienda suelta al cachorrito de peluche sensiblero ese que asomaba dentro, justo detrás de los ojitos. Retozabas y restregabas tu hocico contra nuestras piernas y contra el manojo de menta del macetón del porche, para ir dejando una estela de perro “clorofilado”, para acabar poniéndote firme y en guardia, cuando alguno de los perros llegaba. Tenías una imagen que mantener. Nosotras siempre  entendimos esto, ya lo sabes. Eras el “Rey del mimo”… Digo, el “Rey del Santu”. Siempre vigilando y manteniendo a raya a los intrusos, bajo la nieve, la lluvia, te daba igual ocho que ochenta. Cuando me levantaba a las 6 am para irme a trabajar y tocaba tu melena completamente escarchada en invierno. Tu eras feliz así y no querías entrar a casa, hasta que enfermaste. Fue entonces cuando no habia modo de sacarte de casa. Tu mandabas y se hizo en todo momento lo que tu querías, pedías y necesitabas.
Asi debe ser. Y cuando tu enfermedad, te impidió ser un perro feliz y sobre todo “ser perro”, sencillamente te abrazamos en la dulce despedida de tu sueño eterno.
Estabas radiante, guapo y con el brillo de cachorrote, más que nunca en la vida.

Aún sigo notando, cuando me acompañas a la puerta y me marcho a trabajar. Y tu te sigues quedando allí. En el Santuario, protegiéndonos, guardándonos a todos, de todo mal. Aquí, seguís estando todos juntos al frente. Antonio, Kira, Yanko, Repsy… Los majestuosos guardianes de nuestro sueño. El Santuario.

Por Tresa

sam_21223